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jueves, 23 de mayo de 2013

Marzo de 1945



Primero fue de Praga a Terezín. Después de Terezín a Auschwitz. Más tarde de Auschwitz a Hamburgo. Y ahora  René ya no sabe adónde la lleva ese tren oscuro que le ha arruinado la vida.
En el andén de Auschwitz metieron a empujones a todas las chicas.
René intentó huir, resguardándose en un barracón con Alice, su hija de cuatro años y con los gemelos George y Freddy, nada más que unos pequeños bebés de apenas cinco meses.
Uno de los Kapos les debió de oír y llamó a otros.
René los oyó y, viendo que George se estaba desperezando le tapó la boca con sus mugrientas manos. Era o taparle la boca y callarle o dejar que los Kapos la oyesen y les fusilasen en aquel mismo lugar.
A los diez minutos pasó el peligro. René, que no había soltado a George ningún segundo lo cogió y abrazó.
Pero George estaba frío. No se movía.
Se había muerto. Quizá porque su madre no le dejó respirar. O quizá ya estaba lo suficientemente enfermo y herido.

En el tren que va a  Bergen-Belsen Ninguna de las mujeres se imagina todo lo que ha pasado por esa joven abrazada a un bebé durmiendo.
Los padres de René fueron los primeros en caer. Y ahora George. Daba igual que el pequeño hubiese muerto. Les habían pillado y arrastrado hasta el vagón. Ni siquiera un entierro digno. 
Nada.

Los últimos meses les han estado obligando a trabajar en fábricas para ellos. Los jefes.
René ya no parece la joven de veintipocos que era hace unos meses. Ahora parece una anciana.

Al llegar han de caminar desde el andén hasta la entrada del campo de mujeres. Las conducen unas guardias de la sección masculina de las SS que las humilla e insulta. Tienen los ojos rabiosos de rabia.
René no comprende por qué están enfadadas con quien no les ha hecho nada. Ellas pegan y dan patadas. Dejando incluso a alguna mujer en la estacada. Nadie se vuelve atrás.

René sujeta el brazo de Alice mientras con el otro brazo sujetaba a Freddy, quien se debate entre la vida o la muerte por una terrible fiebre.
Les adjudican un barracón ya ocupado por cientos de mujeres. René pasa junto a ellas observándolas.  Muchas tienen un rictus en la mirada, y esta perdida. Parece que ya están muertas.
Sujeta con fuerza a sus hijos, porque sabe que ese es el aspecto que tendrán dentro de muy poco. 
Estira una manta en el suelo y se echa. No hay camastros libres.
Llora. Llora por Sus padres, que sonrieron hasta el último aliento de vida. Llora por su marido, del que no sabe nada desde que les separaron. Llora por George, que cayó muerto por su culpa… Llora por Freddy, porque sabe que no le queda mucha vida si sigue así. Llora por Alice, por esa niñita de cuatro años que apenas ha visto libertad.



Por la mañana unas celadoras de las SS las despiertan a todas a patadas. Allí no se sobrevive. Se trabaja.

En las semanas siguientes llegan más mujeres, y las comidas se van espaciando cada vez un poco más. La mortalidad aumenta cada día. Freddy sobrevivió a los pocos días, pero a la semana no pudo más y cerró los ojos para siempre.
Le echaron a una fosa común, llena de mujeres, y de cuerpos amorfos. Es una zanja inmensa atestada de cadáveres. Los del fondo están socarrados. Los de encima apilados unos encima de otro en una mezcla de cuerpos y un amasijo de trozos amarillentos de carne putrefacta.
¿Eso es todo lo que somos? ¿Un puñado de materia en descomposición?

Alice mira a su madre. Le han torturado todos estos meses con un fin. Y nadie sabe cuál es.

A los pocos días el campo cambia de celadora. Y trasladan a todas las internas al barracón grande para dejar sitio a un nuevo tren cargado de vidas humanas.
El nuevo barracón está atestado, pero al menos hay camas y no lechos de paja mugrientos.
René se sienta en un colchón vacío junto a Alice. Ya tienen cama donde poder descansar… Si se puede.
La pequeña se echa. 
René ve a mujeres que charlan amistosamente, las que han llegado nuevas y aún tienen energías. Pero otras no tienen fuerzas ni para hablar. Las miras y no te miran. Están perdidas en el limbo.

A los pocos días todo ha empeorado. Al haber más gente hay menos comida.
René está que no puede más. Últimamente hay que trabajar el doble, pues parece que los soldados alemanes están perdiendo fuerza. Ella le lleva dando toda su comida a Alice, que pese a comer más está en los huesos. Esta corretea por el barracón de un lado a otro, como si no se le gastasen las fuerzas. Como si pudiese más de lo que puede.

En estas la pequeña se para.  Hay una chica
un poco más mayor que ella echada mirándola.
Se acerca a ella y le pregunta su nombre, pero la joven no tiene fuerzas. El tifus está pudiendo con ella. Lleva cinco meses. Han sido demasiados para ella. El tifus no respeta a la juventud.

Alice la coge de la mano y le dice su nombre. Entre gritos de las mujeres oye a la joven susurrarle un nombre. La pequeña empieza a canturrear una canción infantil que le canta René por las noches.

Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
La-li-lu
Al pie de la camita hay dos zapatos
Muy cansados ellos también,
Ahora van a descansar.
Entonces el Señor Sueño vendrá,
En casa sin ruido entrará,
En sus sueños buscará
El más bello para ti. 
La-li-lu
Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
Ana muere sobre su jergón. Un día después de su hermana. Sus restos se quedarán para siempre allí. Pero ella ha hecho algo que acabará siendo un pequeño milagro: su recuerdo y el de su hermana.

Alice vuelve desolada después de que unas Kapos la echasen de la litera de Ana. Y se encuentra su cama vacía.

René ha huido para siempre.



Unos días después entra un extraño hombre.
-¡Oh my God!
Ingleses. 
Un joven se encarama a una caja vacía y hace de bocina con las manos.
-En nombre de Reino Unido de la Gran Bretaña y de sus aliados, este campo queda liberado. ¡Son libres!

Entre todas las mujeres que salen, algunas cojeando y otras con la cabeza bien alta hay una niñita de cinco años recién cumplidos. Ha sobrevivido.
No sabe a qué día estamos. No sabe quién es. El hambre la ha cegado. Tiene unos nombres turbios en la cabeza. René… George… Freddy…
Se ha olvidado de todo, menos de una fecha.
El 12 de marzo de 1945 murió su única amiga del campo. Y su madre huyó, como le decía a las noches:
-Alice… A lo mejor te despiertas un día y yo no estoy. Habré huido a un lugar muy bonito. Allí están papá, los abuelitos, tus hermanos… Te quiero. No lo olvides. Te quiero, y pase lo que pase, yo estaré cada día a tu lado.




1 comentario:

  1. Bufff tía, es muy muy muy bueno...alguna lágrima que se escapa de mis ojos lo atestigua. (Soy Isis)

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