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domingo, 31 de mayo de 2015

Aves

No sé si lo sabréis, o si os lo habrá contado antes alguien y no le habéis creído, pero os diré que es cierto.
¿Nunca os han dicho la expresión "tienes la cabeza llena de pájaros"? Pues es cierta, pero no están en nuestra cabeza, ellos se esconden en lo más profundo de nosotros.
Algunos solo tenemos dentro un nido de golondrinas dispuestas a abrir las alas para escaparse en cuanto puedan de la ajetreada ciudad, otros en cambio, tienen cuervos negros que se alimentan de sus entrañas poco a poco hasta consumirles del todo.
Muchas veces esas aves tienen que escaparse de ti, dejar ese hueco libre para que otros seres similares acampen en tu interior. Cuando un pájaro se va, otro llega. Quizá no sea tan perfecto o tan increíble como el anterior, pero no le queda otro hueco donde quedarse.
Otras veces, somos nosotros quienes expulsamos a esas aves antes de que sus chillidos vayan a más y te vuelvan completamente loco.

El petirrojo que habitaba en mi interior ansiaba ser libre y volar de nuevo, pero yo le prohibía serlo encerrándole más hondo. Me convertí en su jaula sin pedirlo ni quererlo. Me sentí mal por él, porque no podía dejarle ir. Eso nunca, me quedaría sola y me marchitaría. Era mi petirrojo y moriría siéndolo. 
Fue un día tiempo atrás cuando me di cuenta de que todo era una mera ilusión mía, que ese petirrojo siempre había sido libre y, pese a serlo, nunca se había querido ir de mi lado.
En ese instante, abrí mi jaula de par en par y eché a volar junto a esa ave hospedada en mi corazón.
Ese día volví a ser libre de nuevo.