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martes, 27 de octubre de 2015

Rayos y tormentas.

Aparentemente era otra persona común rodeada de personas comunes en un mundo tan corriente como el nuestro, pero si alguna vez tenías la suerte de abrirla por dentro y saltabas el abismo que separaba a esa persona del resto del mundo, veías que había algo especial. 
Era la naturaleza misma, al menos hablando interiormente. En su físico apenas se distinguían marcas de sus guerras más profundas. 
Era una tormenta, un continuo resurgir de lo que era y lo que quería llegar a ser, de su pasado y su presente luchando por apoderarse de todo su ser.

Si te fijabas bien, podías apreciar pequeños rayos que tendría de por vida en su joven cuerpo. Eran bonitos, la verdad se dicha. Lo malo es que a la gente común y corriente (la verdadera gente común y corriente) no le gustaba ver marcas naturales en el cuerpo de otras personas. Siempre se piensa que se debe llevar tu lucha de forma interna, que no debes mostrarla al público. Que debes ser la fachada común y corriente de lo que de verdad eres. Esta persona ocultaba sus marcas al mundo, sus rayos y sus profundas tormentas. 
Una vez salté su abismo y entré dentro de su cuerpo, entonces vi una de las tormentas más bonitas, los rayos caían una y otra vez, de forma silenciosa dibujaban en el cielo recuerdos y sueños. 

Esos mismos rayos que nos marcan a todos internamente, que nos queman y electrocutan hasta la muerte. 
Nunca había visto unos rayos tan bonitos ni tan melancólicos. Y nunca más volví a verlos.

lunes, 8 de junio de 2015

2.

Una pompa efímera es como un nosotros. Ambos volaron alto bajo la ilusión de millares de ojos para acabar explotando hasta caer en la nada.

jueves, 4 de junio de 2015

Devuélveme el color

Dibujame unos ojos y una cara. Esbózame unos labios bonitos, no sensuales, por favor. Y retrátame una nariz como desees que sea.
Raya el papel que es el aire para acabar mi cuerpo. Y tras todo esto bésame hasta darme color.

Puedes elegir los colores de un atardecer en la playa para hacerme más cálida, o incluso si quieres elígeme unos colores de invierno en Siberia, tan blancos y fríos.
Solo deseo que lo hagas tú.
En tus manos pongo mis pinceles, ya usados varias veces antes. Malgastados del escaso uso que les dieron. Trozos de madera con finos pelos en su extremo convertidos en las varitas mágicas que me transformarán entera.

Ahora mismo no noto nada, soy una mancha en un papel extraño. Una palabra a boligrafo en un texto a máquina. Soy algo roto y usado que dejó de existir tras tantos daños.
Y tras todo ese tiempo no me sentí más que miserable hasta que alguien puso su mano sobre mí y se dispuso a construirme de nuevo, con piezas nuevas y engranajes que sí funcionarían esta vez.
Tú fuiste el que dibujó la esperanza con forma de corazón. Y como cuerpo para ese músculo me eligió a mí.
Mis pulmones se hincharon con tu olor, mi mirada se llenó de alegría cuando decidiste cogerme y hacerme de nuevo.

Bésame, bésame con esos labios que solo podrían haber sido tuyos y devuélveme el color que otros me quitaron.
Un beso tuyo en el cuello me origina fuego.
Quítame la ropa, hazlo despacio. Hasta que el reloj de la pared dé las trece tendremos tiempo de sobra.
En mis clavículas un mordisco de tu boca produce terremotos en Japón.
Déjame hacerte como me has hecho, por favor. Confía en mí, acertaré con el color pues te daré parte del mío.
Una caricia sutil en mi espalda hace que las aves migren a la ciudad.
Hagámonos nuestros. Pintémonos. Convirtámonos en artistas que con sus gritos de placer producen la más hermosa sinfonía de todas.
Tu lengua al chocar con la mía produce maremotos allá en Indonesia.
Seamos el uno del otro, el otro del uno y que coloridos gemidos inunden la habitación hasta que esta consiga un color nuevo. Tan bonito como el yo que pintaste y como el que pinté.
Convirtámonos en artistas de la noche y coloreemos el mundo.


martes, 2 de junio de 2015

1.

-Hoy el mar está extraño.- Dijo el joven marinero antes de emprender su última travesía.

domingo, 31 de mayo de 2015

Aves

No sé si lo sabréis, o si os lo habrá contado antes alguien y no le habéis creído, pero os diré que es cierto.
¿Nunca os han dicho la expresión "tienes la cabeza llena de pájaros"? Pues es cierta, pero no están en nuestra cabeza, ellos se esconden en lo más profundo de nosotros.
Algunos solo tenemos dentro un nido de golondrinas dispuestas a abrir las alas para escaparse en cuanto puedan de la ajetreada ciudad, otros en cambio, tienen cuervos negros que se alimentan de sus entrañas poco a poco hasta consumirles del todo.
Muchas veces esas aves tienen que escaparse de ti, dejar ese hueco libre para que otros seres similares acampen en tu interior. Cuando un pájaro se va, otro llega. Quizá no sea tan perfecto o tan increíble como el anterior, pero no le queda otro hueco donde quedarse.
Otras veces, somos nosotros quienes expulsamos a esas aves antes de que sus chillidos vayan a más y te vuelvan completamente loco.

El petirrojo que habitaba en mi interior ansiaba ser libre y volar de nuevo, pero yo le prohibía serlo encerrándole más hondo. Me convertí en su jaula sin pedirlo ni quererlo. Me sentí mal por él, porque no podía dejarle ir. Eso nunca, me quedaría sola y me marchitaría. Era mi petirrojo y moriría siéndolo. 
Fue un día tiempo atrás cuando me di cuenta de que todo era una mera ilusión mía, que ese petirrojo siempre había sido libre y, pese a serlo, nunca se había querido ir de mi lado.
En ese instante, abrí mi jaula de par en par y eché a volar junto a esa ave hospedada en mi corazón.
Ese día volví a ser libre de nuevo.


sábado, 11 de abril de 2015

La triste historia del borracho que no bebía (II)

Era un hombre adicto como muchos otros, lo que le diferenciaba era que su adicción era la más potente y la más humana de todas.
Por las tardes le veías en el bar borracho por las esquinas, hablaba alguna que otra vez. Pocas veces reía, y si lo hacía era para ocultar lo que en el fondo sentía.
Todas las tardes al llegar al lugar pedía un  vaso vacío que llenaba de sus propias lágrimas antes de bebérselas. Lágrimas juguetonas que bajaban por su mejilla y rebotaban en el fondo del vaso de cristal.
Nunca vi sentimiento más fuerte que el de aquel hombre. Ni más triste.
Bebía hasta que esa potente droga alimentada a base de sentimientos e ilusiones le llenase en cuerpo y alma. Cual drogadicto de cocaína él rebuscaba en su interior hasta encontrar los sentimientos más profundos, los que le hiciesen sentir que seguía vivo. El dolor es lo que le recordaba que todavía estaba en esta mierda de mundo, viviendo día tras día.
Cada noche te lo encontrabas ya borracho de sentimientos perdidos y reencontrados.
Y justo antes de caer al suelo siempre decía:
"Mi negrura es la luz que ilumina mis días"

domingo, 29 de marzo de 2015

La triste historia del borracho que no bebía (I)

Que mirar las estrellas
a través del cristal de una botella
es lo más bonito
de mis noches sin ti.