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miércoles, 11 de marzo de 2015

La reina olvidada

Hola reina mía. Seguro que cuando leas esta historia yo estaré lejos. O más cerca de lo que crees.
Te habrás olvidado de mí como ya te has olvidado de nuestros hijos y nuestros nietos.
 Ahora mismo me estás mirando. Y sonríes. Noto tus ojos perdidos, empiezo a desaparecer de tu cabeza.
Quiero narrarte nuestra historia antes de que esta desaparezca también de mi mente. Te quiero, más que todo lo que hay en este mundo. Eres mi reina y siempre lo serás.

Naciste un 23 de noviembre del año 1939, en un pueblito de Cádiz. Ese año se acabó la Guerra Civil y todos nos empezamos a morir de hambre y pobreza.
Tenías 5 hermanos mayores y dos menores. Todos eran hombres, todos estudiaron en el colegio y aprendieron a escribir. Un lujo.
Vivíais en un caserío a las afueras del pueblo, cerca de un riachuelo.
Te encantaba cuidar las gallinas, las alimentabas con tus propias manos y correteabas con ellas.
La primera vez que te vi fue un día en que decidí perseguir un pájaro grandullón y gordo para la cena. Y cuando estaba a punto de pillarle apareciste tú, gritando con voz infantil.
"Qué haces estúpido, deja al bicho en paz".
Me quedé mirándote y me empecé a reír. Solo eras una cría vestida de telas roídas. Con un empujón te habría apartado y habría seguido a lo mío.
Pero no sé por qué, no lo hice. Algo en ti me llamó la atención.

A partir de ese día iba al caserío para jugar contigo. Nadie nos prohibía saltar en el césped y reírnos, solo éramos unos críos.
Cuando crecí, sobre los 15 años,  me mandaron a Salamanca. Y después tuve que hacer la mili. Fueron años en los que te recordé como la niña a la que dejé en el pueblo.
No sabes cual fue mi sorpresa cuando, al volver allí, ya eras toda una mujer, con cuerpo de muchacha y cara aniñada, eso sí.
Fue ese día, el día de la vuelta en el que me dí cuenta de que te quería. No solo eso, te amaba.
Y me declaré.
No sé de dónde saqué fuerzas, pero lo hice.
Coloqué sobre tus manos el anillo que había pertenecido a mi familia décadas y te dije: Quiero que seas la reina de mi palacio. Te quiero amor mío.
Y tú me dijiste que sí. Con la euforia que tenía te abracé y te di el que se convirtió en el primer beso de muchos otros.

Nos casamos poco tiempo después en la iglesia del pueblo. Acudió toda la población de las villas, nunca vi tanta gente reunida en un lugar tan pequeño.
Debo decirte que la noche de bodas fue maravillosa. Hicimos el amor, entregándonos el uno al otro. Entre besos y caricia y te quieros.
Pronto nos mudamos al pueblo de al lado y empezamos a formar nuestra propia familia.
Recogí dos chuchos de la calle y nuetra casa de golpe parecía más llena.
Un día me fijé en que tu tripa comenzaba a asomar más que de costumbre. No quisiste decirme nada del miedo a mi reacción. En cuanto me enteré comencé a bailar en el jardín. Y a gritar al cielo dándole las gracias. Los vecinos se asomaban y me miraban divertidos ante aquella escena.
Meses después nació Felipe. Fue el fruto del máximo amor que dos personas pueden darse.
Tiempo después llego Martina y Lucía. Nuestra familia se completó cuando los dos chuchos dieron a luz 5 criaturitas que lloriqueaban en busca del pecho de su madre.

Nuestros hijos fueron los príncipes y princesas del reino que creamos tú y yo. Un reino pequeño pero acogedor donde resguardarse de las tormentas
Crecieron llenos de alegría e ilusión. Y acabaron formando también sus propios reinos fuera de casa.

Nuestros años dorados loa disfrutamos al máximo. Cada beso, cada caricia...
Pero entonces comenzaron tus olvidos. Al principio se te olvidaba recoger la ropa cuando llovía. Luego comenzaste a perderte por las calles del pueblo que tantas veces habíamos recogido antes.
El médico nos confirmó nuestras sospechas tras numerosas pruebas. Tú comenzabas a olvidar todo lo que habíamos construido juntos.

En estos momentos me temo lo peor, que de un día para otro te olvides de mí.
Reina mía, reina de mi cielo y de mi corazón, aunque te olvides de mí, yo no permitiré que me ocurra lo mismo. Nunca seras olvidada por mi memoria.
Pereceremos pero nuestras ideas permanecerán ahí. Y nuestra historia.
Esta que estoy escribiendo en el cuaderno de tapas marrones.
Pase lo que pase, reina mía, nuestros corazones estarán unidos para siempre. Ellos no olvidan. Nunca lo hacen.
Ahora me miras sonriente y te digo que te amo.
Seguramente mañana lo habrás olvidado. Entonces te lo diré de nuevo.
Te amo, te amaré siempre reina mía.

1 comentario:

  1. ¡Hola!
    PReciosas palabras.
    Nosotros también nos hemos sumado a la iniciativa Blogs Asociados y ya te seguimos.
    Nuestro blog es: http://abracalibro.blogspot.com.es
    Saludos. :)

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