Seguidores

Translate

Visitas

viernes, 28 de junio de 2013

El vestido amarillo.




Sus oscuros ojos se iluminaron al ver ese gran armario.
El armario de mamá.

Uno a uno todos los vestidos fueron cayendo de las perchas.
Hasta que vio el amarillo limón.
Ese que  había llevado su madre en aquella fiesta del trabajo de papá.
Ese precioso y vivo vestido.

Luego le tocó el turno a la zapatería.
Los mocasines de papá fueron marginados en un rincón hasta que encontró las manoletinas negras de charol.
Sin quitarse siquiera los calcetines, se enfundó la ropa.
Le quedaba un poco grande, pero era normal.

Saltaba. Saltaba libre.
Libre en la cama de matrimonio de sus padres.
Saltaba tan alto que casi podía tocar el techo con sus minúsculas manos.
El vestido se abría y se cerraba al ritmo en el que los muelles rechinaban.
Un zapato salió volando hacia el otro lado del cuarto y rebotó en la cómoda.

Todo era perfecto hasta que su padre abrió la puerta.
Al principio se quedó viendo al pequeño dar saltos.
Pero un profundo odio cubrió su mirada cegándole.
-Estás enfermo. Eres un engendro. No puedes ser hijo mío.
Después todo se nubló, se volvió borroso.


Su madre lloraba en la mesa del comedor y su padre no paraba de moverse y de murmurar a su lado.
Era su culpa, la culpa del pequeño.

Su padre se giró y le susurró algo a ella. Esta asintió y levanto los ojos vidriosos.

Lo arrastraron hacia la bañera sin desnudarle.
En el camino se perdió el otro zapato.
Al principio todo parecía un juego sin sentido.
Un estúpido y absurdo juego.
El pequeño sonreía enseñando los brillantes dientes de leche.
Esa sonrisa se le borró en cuanto vio el objeto cortante que sostenía su padre en la mano.

Fue entonces cuando le tuvieron que sujetar con fuerza.
En toda la casa solo se oían unas palabras.
“No estoy enfermo. No estoy enfermo”. 



1 comentario:

  1. Sin palabras. Escribes genial , de verdad.
    Alegra que todavia qyeden personas que sepan expresarse asi de bien en este mundo.
    Un abrazo! ^^

    ResponderEliminar