Primero fue de Praga a Terezín. Después de Terezín a
Auschwitz. Más tarde de Auschwitz a Hamburgo. Y ahora René ya no sabe adónde la lleva ese tren
oscuro que le ha arruinado la vida.
En el andén de Auschwitz metieron a empujones a todas las
chicas.
René intentó huir, resguardándose en un barracón con Alice,
su hija de cuatro años y con los gemelos George y Freddy, nada más que unos
pequeños bebés de apenas cinco meses.
Uno de los Kapos les debió de oír y llamó a otros.
René los oyó y, viendo que George se estaba desperezando le
tapó la boca con sus mugrientas manos. Era o taparle la boca y callarle o dejar
que los Kapos la oyesen y les fusilasen en aquel mismo lugar.
A los diez minutos pasó el peligro. René, que no había
soltado a George ningún segundo lo cogió y abrazó.
Pero George estaba frío. No se movía.
Se había muerto. Quizá porque su madre no le dejó respirar.
O quizá ya estaba lo suficientemente enfermo y herido.
En el tren que va a
Bergen-Belsen Ninguna de las mujeres se imagina todo lo que ha pasado
por esa joven abrazada a un bebé durmiendo.
Los padres de René fueron los primeros en caer. Y ahora
George. Daba igual que el pequeño hubiese muerto. Les habían pillado y
arrastrado hasta el vagón. Ni siquiera un entierro digno.
Nada.
Los últimos meses les han estado obligando a trabajar en
fábricas para ellos. Los jefes.
René ya no parece la joven de veintipocos que era hace unos
meses. Ahora parece una anciana.
Al llegar han de caminar desde el andén hasta la entrada del
campo de mujeres. Las conducen unas guardias de la sección masculina de las SS
que las humilla e insulta. Tienen los ojos rabiosos de rabia.
René no comprende por qué están enfadadas con quien no les
ha hecho nada. Ellas pegan y dan patadas. Dejando incluso a alguna mujer en la
estacada. Nadie se vuelve atrás.
René sujeta el brazo de Alice mientras con el otro brazo
sujetaba a Freddy, quien se debate entre la vida o la muerte por una terrible
fiebre.
Les adjudican un barracón ya ocupado por cientos de mujeres.
René pasa junto a ellas observándolas.
Muchas tienen un rictus en la mirada, y esta perdida. Parece que ya
están muertas.
Sujeta con fuerza a sus hijos, porque sabe que ese es
el aspecto que tendrán dentro de muy poco.
Estira una manta en el suelo y se
echa. No hay camastros libres.
Llora. Llora por Sus padres, que sonrieron hasta el último
aliento de vida. Llora por su marido, del que no sabe nada desde que les
separaron. Llora por George, que cayó muerto por su culpa… Llora por Freddy,
porque sabe que no le queda mucha vida si sigue así. Llora por Alice, por esa
niñita de cuatro años que apenas ha visto libertad.
Por la mañana unas celadoras de las SS las despiertan a
todas a patadas. Allí no se sobrevive. Se trabaja.
En las semanas siguientes llegan más mujeres, y las comidas
se van espaciando cada vez un poco más. La mortalidad aumenta cada día. Freddy
sobrevivió a los pocos días, pero a la semana no pudo más y cerró los ojos para
siempre.
Le echaron a una fosa común, llena de mujeres, y de cuerpos
amorfos. Es una zanja inmensa atestada de cadáveres. Los del fondo están
socarrados. Los de encima apilados unos encima de otro en una mezcla de cuerpos
y un amasijo de trozos amarillentos de carne putrefacta.
¿Eso es todo lo que somos? ¿Un puñado de materia en
descomposición?
Alice mira a su madre. Le han torturado todos estos meses
con un fin. Y nadie sabe cuál es.
A los pocos días el campo cambia de celadora. Y trasladan a
todas las internas al barracón grande para dejar sitio a un nuevo tren cargado
de vidas humanas.
El nuevo barracón está atestado, pero al menos hay camas y
no lechos de paja mugrientos.
René se sienta en un colchón vacío junto a Alice. Ya tienen
cama donde poder descansar… Si se puede.
La pequeña se echa.
René ve a mujeres que charlan
amistosamente, las que han llegado nuevas y aún tienen energías. Pero otras no
tienen fuerzas ni para hablar. Las miras y no te miran. Están perdidas en el
limbo.
A los pocos días todo ha empeorado. Al haber más gente hay
menos comida.
René está que no puede más. Últimamente hay que trabajar el
doble, pues parece que los soldados alemanes están perdiendo fuerza. Ella le
lleva dando toda su comida a Alice, que pese a comer más está en los huesos.
Esta corretea por el barracón de un lado a otro, como si no se le gastasen las fuerzas. Como si pudiese más de lo que puede.
En estas la pequeña se para.
Hay una chica
un poco más mayor que ella echada mirándola.
Se acerca a ella y le pregunta su nombre, pero la joven no
tiene fuerzas. El tifus está pudiendo con ella. Lleva cinco meses. Han sido
demasiados para ella. El tifus no respeta a la juventud.
Alice la coge de la mano y le dice su nombre. Entre gritos
de las mujeres oye a la joven susurrarle un nombre. La pequeña empieza a
canturrear una canción infantil que le canta René por las noches.
Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
La-li-lu
Al pie de la camita hay dos zapatos
Muy cansados ellos también,
Ahora van a descansar.
Entonces el Señor Sueño vendrá,
En casa sin ruido entrará,
En sus sueños buscará
El más bello para ti.
Al pie de la camita hay dos zapatos
Muy cansados ellos también,
Ahora van a descansar.
Entonces el Señor Sueño vendrá,
En casa sin ruido entrará,
En sus sueños buscará
El más bello para ti.
La-li-lu
Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
Sólo el hombre en la luna mira
Si los niñitos están dormidos,
Luego, duerme tú también.
Ana muere sobre su jergón. Un día después de su hermana. Sus
restos se quedarán para siempre allí. Pero ella ha hecho algo que acabará
siendo un pequeño milagro: su recuerdo y el de su hermana.
Alice vuelve desolada después de que unas Kapos la
echasen de la litera de Ana. Y se encuentra su cama vacía.
René ha huido para siempre.
Unos días después entra un extraño hombre.
-¡Oh my God!
Ingleses.
Un joven se encarama a una caja vacía y hace de bocina con
las manos.
-En nombre de Reino Unido de la Gran Bretaña y de sus
aliados, este campo queda liberado. ¡Son libres!
Entre todas las mujeres que salen, algunas cojeando y otras
con la cabeza bien alta hay una niñita de cinco años recién cumplidos. Ha
sobrevivido.
No sabe a qué día estamos. No sabe quién es. El hambre la ha
cegado. Tiene unos nombres turbios en la cabeza. René… George… Freddy…
Se ha olvidado de todo, menos de una fecha.
El 12 de marzo de 1945 murió su única amiga del campo. Y su
madre huyó, como le decía a las noches:
-Alice… A lo mejor te despiertas un día y yo no estoy. Habré
huido a un lugar muy bonito. Allí están papá, los abuelitos, tus hermanos… Te
quiero. No lo olvides. Te quiero, y pase lo que pase, yo estaré cada día a tu
lado.
Bufff tía, es muy muy muy bueno...alguna lágrima que se escapa de mis ojos lo atestigua. (Soy Isis)
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