La echo muchísimo de menos.
Debo reconocer que a veces lloro por su ausencia.
No se como puedo añorar tanto
a alguien que sólo has visto 3 veces. Veces contadas con los dedos de mi mano.
Con piedrecillas, con canicas y juguetes rotos. Con gotas de agua, dulce y
salada.
Sólo tres veces.
Al día siguiente tendría que
haber vuelto a la playa, pero no fue así.
Enfermé de sarampión y me
quedé en cama más de una semana.
Me acuerdo que empecé a escribir
un comic titulado “Puskas, ella y yo” y que trataba de lo que haríamos los tres
cuando nos volviésemos a ver.
En unas viñetas navegábamos y
en otras hacíamos castillos de arena. En otras jugábamos con las paletas y dos
viñetas más adelante buscábamos cangrejos entre las rocas.
No sé qué sucedió cuando me
curé. Me acuerdo que salí corriendo de casa y me fui a la playa, pero esta
estaba vacía.
Ya no había gaviotas. No se
oían ni siguiera las olas.
Se habían marchado con ella.
Pasaron los años y me iba
haciendo más mayor. Cada año volvía a la playa a buscarla, pero ella ya no
estaba.
Un día, pasados 5 años desde
la última vez que la vi, cuando ya había perdido toda la esperanza, salí a
pasear por la playa de este a oeste.
En la arena sólo quedaban
parejas de ancianos que descansaban tomando los últimos rayos del sol.
Seguramente más de uno sabría que esos rayos eran los últimos que tomarían en
su vida y querían aprovecharlos.
Yo andaba despacio, con
Puskas a mi lado atado a una correa más larga.
Pero volvió a ocurrir lo mismo
que aquella vez y en un momento de confusión salió disparado.
Sin embargo, en vez de
lanzarse al agua, corrió hacia una chica que tenía sus pies metidos en la
orilla y miraba al horizonte.
No recuerdo cómo fue, pero la
reconocí, seguramente debido a ese pelo rojo fuego que ya le llegaba hasta su
cintura.
Iba a decirle algo, pero
Puskas me interrumpió saltando sobre ella y tirándola al agua.
¡Puskas no! Grité y corrí hacia ellos dos, separando al bicho de
la joven a la que se aferraba tanto.
Le cogí por las dos patas que
tenía libres y le lancé lejos de nosotros dos (Sonará un poco cruel, lo se,
pero fue lo único que se me ocurrió en aquel momento).
Ayudé a la chica a
levantarse. Estaba empapada de pies a cabeza, en su pelo había algas como las que tuve yo un día hacía cinco años.
Su vestido empapado mostraba
unas curvas que antes no estaban ahí, pero seguía siendo la misma chica que
lloraba.
¿Qué haces aquí a estas
horas? Le dije mirándola de arriba
abajo.
Te estaba esperando, me
dijiste que volverías y no volviste. Su
voz sonaba triste. No debí haber confiado en ti.
Me sentía fatal, desdichado.
5 años esperándola, esperando volver a ver a una persona. Mentira, mentira.
Volví a buscarte y no estabas. Y vine cada año aquí esperándote. Ella se
acercó a mí y me abrazó con sus brazos mojados y fríos. Tenía cortes en ellos.
Le agarré las muñecas. ¿Y
esto? Le grité. No es nada, de verdad. Me contestó con su voz
triste.
A veces tengo la sensación
de que nadie me quiere, de que soy alguien que no debería existir. Para librarme
de esos pensamientos me hago esto. Creo que algún día desapareceré por el error
de una cuchilla y nadie me echará en falta.
Prolongué mi abrazo más de un
cuarto de hora, apretando la mandíbula contra su cabeza para no empezar a
gritar, y quién sabe si, a llorar.
Yo te echaría en falta, en
serio. No desaparezcas de mi vida por favor.
Sé que estas palabras las
susurré en voz muy baja. Seguramente no las oyó, o si las oyó se calló la boca.
Cuando al fin me separé de
ella la miré a los ojos. Unos ojos verdes como la maleza de mi jardín, que se
extendía por todas partes.
Ella me miró a mí.
¿Sabéis? Dos miradas bastan
para entender a alguien, o para comprender a esa persona. Puedes querer con la
mirada. Y abrazar a alguien, incluso besar y amar hasta el fondo del corazón.
Hay miles de miradas cada día, y cada una expresa algo distinto, aunque sea por
un átomo en el brillo de la mirada.
Las miradas más hermosas son
las de una persona amando a otra. Una mirada de estas puede llegar a hacer que
desaparezca el cielo, y dos miradas correspondidas hacen que el universo deje
de existir, aunque solo sea un momento.
Estas fueron nuestras
miradas.
Después sonreímos a la vez,
otras 2 sonrisas que llegaron al fondo de mi alma.
Guardé las cuatro sonrisas
que llevábamos en una cajita de plata tallada a mano. Me despedí y me fui con
esa caja entre las manos, llevándola con cuidado para que no se cayese.
Ella me observó desde la
arena alejarme.
Tenía un brillo en sus ojos
color maleza que, debo reconocer, nunca volví a ver en ninguna otra persona.
Creo que dije algo como que
volvería al día siguiente.
Pero se me olvidó que el día
siguiente nos mudábamos fuera de la ciudad. Creo que ese olvido fue el peor de
todos. Sobre todo porque todavía me lo sigo echando en cara. Y eso que han
pasado años de aquello.
Última parte aquí
diooooos que triste :´( Me asombra la facilidad que tienes para escribir un texto tan rápido y que no me aburra leyéndolo ni se me haga pesado ^^ Espero que hayas escrito una tercera parte porque me niego a que termine así :D
ResponderEliminarBss
Pff, me encanta, espero con muchas ganas la tercera parte :(
ResponderEliminarEscribes genial, ojalá yo escribiendo así.
¡Saludos!
Me lo apuntoo, gracias por compartirloo.
ResponderEliminarPD. Te sigo/ Iniciativa asociados.