Amanecía nublado. Apenas se veía el sol entre los grises y oscuros nubarrones. Así fue la mañana el día de mi boda con Gabriel.
Él parecía feliz de poder casarse conmigo al fin y poseer todas las tierras de mi reino, además de a una joven guapa que le daría unos rosados niños.
Me desperté con la almohada húmeda después de haber pasado la noche llorando. Tenía unas ojeras enormes y en mis labios no había ningún atisbo de sonreír.
Las horas siguientes fueron un calvario para mí. Cada vez se acercaba más mi nueva vida de princesa casada.
No quería mirar a nadie. Ni a mi madre, que daba la batalla por ganada, ni a mi padre que me agarraba del brazo forzando una sonrisa imposible, ni a Gabriel, que me observaba acercándome poco a poco a él.
Al final acabé con la mirada agachada, viendo mis pies dentro de los blancos zapatos. Mirando como a veces estos titubeaban un poco a la hora de continuar con el andar.
– Corten la boda. Esto no puede seguir así.
Era Cala quien nos miraba desde atrás del todo. Había conseguido despistar a los guardas del palacio y se había colado.
La miré y mis ojos se empañaron. Pensaba que no la iba a volver a ver nunca más. Pronuncié su nombre varias veces en voz alta y me solté de mi padre.
– Hija, ¿vas a irte con este engendro de la naturaleza y dejar que nos deshonren a todos o a hacer lo que tienes que hacer por el bien de todos?
Era mi padre quien había alzado la voz.
Yo me giré y le miré, seguidamente empecé a andar hacia Cala.
– No te atreverás a dejar mal a toda nuestra pura estirpe– Mi madre gritaba con ojos de loca–. ¿Serías capaz de abandonar a quienes te han criado? ¿De darlo todo por ella? ¿De quedarte sin hogar, sin reino, incluso sin padres?
Toda la capilla enmudeció ante mi respuesta.
– Sí.
Cala me miró.
– Las personas que te rechazan como lo que eres, las que te llaman engendro, las que te obligan seguir el camino que no quieres. Esas personas no son tu familia. La familia te tiene que querer en los buenos y en los malos momentos.
Eché a llorar tras lo que dijo mi amada y corrí hacia ella, pero mi padre me paró, agarrándome por los brazos.
– Hija… Si tanto la quieres… Vete con ella, pero antes danos a nosotros, tus padres, todo lo que te hemos dado. Tu lujoso vestido de diamantes, los zapatos blancos que llevas, la diadema y tu pelo, ese que nos costó que creciera y al que estuvimos cuidando con esmero a base de geles.
Gruesos lagrimones bañaron mi mejilla mientras me cortaban mi melena y me desnudaban. Pronto de mi larga melena no quedaba nada más que unos cuantos pelos en el suelo y en mis hombros.
Mi padre me despidió con la mirada y mi madre ni siquiera me
dijo adiós cuando me marché desnuda de la mano de Cala. Alejándome de todo.
Creo que nunca más los volveré a ver.
Sé que mi vida me costará mucho más a partir de ahora, pero estoy con la persona que quiero y que sé que me va a apoyar en todo pase lo que pase.
Tendremos que sobrevivir a todo esto. A lo mejor algún día
vuelvo a ser feliz.
Qué digo, ahora mismo soy la persona más feliz de este mundo.
Lara
Acabo de leer el capitulo , me a gustado basztante por que le as dado un buen giro ya que pensaba que se casaria con gabriel pero veo quer nunca tengo que fiarme jeje !! El final a sido precioso lo unico que no me ah gustado es que para irse con ella tenia que cortarse el pelo aparte de dejar sus lujos ya que el pelo es de una sola persona no de sus padres ( lo siento pero yo soy muy mia con mi pelo ) pero el capitulo esta muy bien la verdad espero poder leer pronto el siguiente :)
ResponderEliminarPd : soy inma
me ha encantado de verdad Cala es increible, la frase que le dice a los padres me llegó, POR NO HABLAR DE LO DEL PELO!!! *-* espero leer mas. UN BESOO
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