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lunes, 16 de septiembre de 2013

Niño mariposa II: Crisálida.

Guille llegó corriendo del colegio,  temiendo que los demás le hubiesen perseguido como últimamente acostumbraban a hacer.
Al entrar en casa vio que su padre estaba borracho durmiendo en la cocina. Apestaba a vodka y a whisky del barato. En la mano sujetaba una foto de su madre.

Mamá.
Esa palabra surcó la mente del pequeño.
En cuanto ella murió, su  padre empezó a beber para olvidar, y si no conseguía evadirse de la realidad, tomaba más y más hasta caer casi en coma en el suelo de los bares.
Pensaba que al final de cada trago se olvidaría de todo. Que desaparecería de su mente.
Pero no era así y se volvía a llenar el vaso.
Los niños del colegio se reían del que, en su tiempo, había sido el mejor padre del mundo.

El día oscuro en que enterraron a su madre la oruga se encerró en una hermosa crisálida. Y así llevaba desde entonces. Oculta en su propio mundo, temiendo que al salir no la aceptasen.
Guille había cogido la costumbre de, nada más llegar a casa, contarle a la crisálida como había sido su día. Lo que le llamaban los demás a él y a su padre, que estaba solo en los recreos, que tenía miedo…
Le daba igual que la oruga no lo escuchase,  él tenía que desahogarse.


-Bueno niños, aquí os presento a una alumna nueva. Se llama Elizabeth, espero que os portéis bien con ella aunque llegue en mitad del curso.
Estas fueron las palabras que dijo la profesora al mes del entierro.

Mamá.
¿Dónde está mamá? Papi, ¿le ha pasado algo malo?
Palabras perdidas surcaban la mente de Guille hasta que alguien le despertó de su mundo.
-Niño, ¿cómo te llamas? Yo soy Eli, la nueva- Una sonrisa de dientes de marfil le miraba curioso.
El pequeño la miró a los ojos sorprendido. Tenía un ojo azul y otro verde.
-Guille. ¿Por qué tienes los ojos así?
La niña soltó una carcajada y se acercó a él.
-Soy una bruja. Con un ojo veo el pasado, con otro el futuro y con ambos veo el presente. Me caes bien, creo que hoy no te comeré- La niña soltó una carcajada propia de una película de terror de los años 60.
Él la miró con los ojos muy abiertos, no porque se hubiera creído esa broma, si no porque esa niña era la primera que le hablaba desde hacía semanas.

Guille seguía apartándose a un rincón cuando había recreo, pero ahora tenía a alguien a su lado, capaz de dar la cara por él y defenderle ante cualquier cosa. Tenía una amiga de verdad.
Y eso fue todo lo que necesitó para que, a la semana, volviese a ser el niño sonriente que era antes de que acaeciese la pesadilla.
Ya no pensaba tanto en su madre como antes. La seguía queriendo y añorando, pero tenía que avanzar en el camino de su vida.

El padre de Guille empezó a intentar beber menos, pues, después de múltiples amenazas en el trabajo, le estuvieron a punto de echar.
Seguía bebiendo, pero cada vez bebía menos.
A veces Guille le pillaba llorando en la cocina, y siempre mirando la foto de su madre. Esa foto que se sacaron en la primera cita.
Ella salía sonriéndole a la cámara y él la miraba con ojos de loco enamorado. Parecía que la iba a besar en cualquier momento.

Guille se fue alejando de la crisálida, aunque la seguía cuidando con cariño.
Un día decidió que ya era hora de mostrarle a su amiga su bien más preciado, ese pequeño animal que se había encerrado en su propio mundo.
Eli llegó a casa de Guille entusiasmada por qué sería aquello. Subió las escaleras despacio y se adentró en la habitación del niño.
Senado en la cama, con piernas cruzadas, Guille lloraba mientras sostenía el tarro. Ella carraspeó para hacerse notar y él se enseñó un tarro vacío, sólo quedaban un puñado de hojas resecas en el fondo.
-No está… La crisálida no está… Ha desaparecido.



2 comentarios:

  1. Hola, me he concedido la libertad de nominarte en los Liebster Awards, espero que no te importe :P
    http://davidemedicci.blogspot.com/2013/09/liebster-award.html

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