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sábado, 5 de octubre de 2013

Bajo la llama de una vela



La joven encendió cuidadosamente las velas de colores que le habían regalado por Navidad.
Pronto una hermosa fragancia nubló el pequeño piso alquilado de Madrid.
Una a una fue apagando todas las luces. Y, al cabo de unos segundos, las habitaciones bailaban con luz propia al ritmo al que la llama de cada una de las velas parpadeaba.

Ella se acurrucó junto a la vela de olor a lavanda.
Sus ojos melosos empezaron a brillar con una fuerza hipnotizante que se movía de un lado para otro serpenteando el aire.
La muchacha empezó a fantasear con las cosas sin dejar de mirar la llama.

Ojalá apareciese en su vida un chico joven. Poco mayor más que ella.
Guapo y que atrajese la mirada de las demás mujeres al pasar por la calle.
De pelo rubio y de ojos de un profundo color azul.
La nariz normalita. Ni muy grande ni muy pequeña.
Que poseyese un cuerpo atractivo del que tuviesen celos hasta los hombres.
Le gustaría haberle conocido en las fiestas de su pueblo.
Que él la hubiese invitado a bailar toda la noche y que hubiesen acabado acurrucados mirando la mar.
Que mientras ella mirase el mar él le cogiese de la barbilla y que la besase.
Desearía que ahora mismo ese joven llegase corriendo y abriese la puerta de su casa de par en par.
Que fuese corriendo a abrazarla y a besarla. Y que le dijese un 'cariño, ya compré los billetes para viajar a Paris. Prepara las maletas que nos vamos.'
Pero nada de eso pasó.

Las llamas seguían moviéndose, agotándose. Y, poco a poco, los ojos de la chica se fueron cerrando hasta que se quedó dormida.


Al cabo de un rato la puerta del hogar se abrió.
El chico miró a los lados sin ver nada. Todo era oscuridad.
Apoyó los brazos en la pared e intentó dar al interruptor.
Entonces la vio.
Vio como una llama se movía a punto de apagarse hasta que la corriente producida por la puerta la terminó por apagarla del todo.

Una a una las luces de la casa fueron encendiéndose.
El chico fue a recoger la vela que lo había aguantado casi todo.
Y entonces la vio.
Recostada en un viejo sillón verde de su padre dormitaba la joven.
Se acercó a ella y la besó en la frente.
Vio que estaba helada y fue a la cocina a preparar un buen chocolate caliente.

El sonido del microondas la despertó del sueño en el que estaba.
Al abrir los ojos la luz la cegó un rato y al volverlos a abrir le vio trayendo una taza de Queen, su grupo favorito.
Le miró a los ojos. No los tenía azules, sino de un tono pardo.
La nariz era fabulosamente imperfecta y el pelo oscuro hacía resaltarla.
-Toma, te traje esto. Estás muy fría.

Se conocieron gracias a unos amigos y él poco a poco se le había ido acercando a ella. Hasta que, un día en el Telepizza se acabó lanzando. Y su primer beso supo a pizza barbacoa mientras sonaba la canción "Bad medicine" del mítico Bon Jovi.

Él nunca sería rubio.
Nunca tendría ojos en los que se pudiese ver el mar.
Ni un cuerpazo como Mario Casas. Es más, estaba un poco gordito.
Jamás le mirarían las demás chicas en la calle.

Pero eso a ella le daba igual.
Tenía a alguien maravilloso a su lado y, en esos momentos, era lo único que importaba.


1 comentario:

  1. ¡Hola Andy!, creo que no me conoces bastante bien, pero espero que lo hagas. Es la primera vez que leo tu blog, y me da rabia no leerla con anterioridad porque redactas y escribes muy bien.
    Respecto a tu micro cuento, me ha hecho pensar algo que es en lo cierto. Toda chica quiere a su príncipe azul, que sea de tal manera, que haga tales cosas... pero a la hora de la verdad, puede ser todo lo contrario a lo que una chica pensó que fuese su príncipe azul; en mi caso también creí que mi pareja perfecta fuese tal y cual, y al final estoy con una persona todo lo contrario a lo que me imaginé en mi cabeza; por tanto me ha encantado, la verdad.
    Espero que sigas así de bien escribiendo y que me avises sin falta.
    ¡Saludos desde la estrella Ambulante!

    http://escritorambulanteoficial.blogspot.com.es/

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